viernes, 24 de julio de 2009

Letras de agua

III
¿Sentiste el frío de anoche? Estuve a punto de garabatear una hoguera, pero para quemar qué. ¿Esta hoja que somos y habitamos? La noche de ayer es de la magia, del pasado. Dicen que moléculas de ácido ribonucleico abrevando en el hipotálamo o en algún otro rincón de los sótanos del alma. Pero ya no más. Ya basta. No más ese estar rumiando las vivencias, que de tanto repasarlas se desgastan, se roen, se deshilachan.
La hoja de hoy es el presente. Déjame seguir inventando esta distancia-puente porque sea quizá, no sé, el único pretexto que nos une y nos separa.
Ahora hablo en voz baja. Algo hay en el aire que hace que te sepa cercana. Que me permite imaginarte reclinada, tal y como estarás ahora, sobre el lecho de estas letras de agua.

En estos momentos, hacia la parte superior izquierda, una parvada de pelícanos comienza a poblar esta cuartilla casi nueva.
Vuelan o planean. Se mueven, avanzan, la atraviesan.

Ahora tus ojos se deslizarán sobre estas palabras, y como antes, casi de forma involuntaria, habrás de transfigurar en imágenes el código de mis pisadas.
El viento comienza a soplar sobre la arena. Dentro de unos instantes, tus dedos habrán de internarse en el oscuro jardín de tus cabellos. Primero serena, con ese aire distraído de quien no se da cuenta. Porque claro dirás: Nada que eclipse la mirada. Después con fuerza, con enfado, comenzarás a peinarte la impaciencia, y como siempre, levantarás la ceja. Te estirarás el cabello y gritarás con fuerza: -No soples viento, las huellas. Y el viento se cruzará de brazos y creerá advertir un hermoso rubor en tus mejillas y en tus labios. Tú como siempre, sabedora de tu estratagema primera, murmurarás no sé qué cosas que nadie, jamás, comprenderá a ciencia cierta.

Lo que sigue es tu respiración y alguien como tú. Quizá tu misma, que aprende los últimos instantes de un paisaje que se apaga, que se muere: ola tras ola, letra por letra.
Ahora cierras los ojos como quien se concentra en hacer una réplica. Un clon que alimente a la memoria, y aquel paisaje, antes de morir, te habita, te penetra.
Ahora llevas todo un océano en la mirada. Un paisaje hecho de símbolos y besos y nostalgias. Un paisaje inventado por un alguien que desde el exilio te recuerda.
Durante días y noches enteras, has venido siguiendo estas huellas con forma de pies, con forma de letras. Algo te dice que estás cerca. Que estoy cerca. Que ni el exilio, ni nada distanciarnos pueda.

No veo la hora de regresar al Macrosistema Nereida.
No sé si ya lo dije, aunque tal vez lo dije:

Thalassia, eres el mar y no lo sabes, ¿lo recuerdas?

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